Han pasado unos meses, para ser más exacto casi tres, me cuesta mucho tomar el hábito de escribir, pero estoy trabajando en ello. Volví a recordar el blog porque he estado leyendo el libro de Julia Cámeron “El camino del artista” y en el menciona como técnica inicial escribir para descargar el cerebro en las mañanas y no como hago ahora desde el laptop sino con mis manos en una libreta… Así que hoy dije, bueno si lo hago a mano, por qué no en la noche hacerlo desde el laptop y aquí estoy.
En las últimas dos semanas de octubre del año pasado paralelamente viví un par de experiencias que me dejaron completamente convencido de que aún tengo demasiadas cosas por comprender sobre como nos comportamos los seres humanos y como interactuamos en nuestro día a día… Aún me falta más sobre el por qué lo hacemos.
La primera es que la esposa de mi hermano me regaló un libro que tenía abandonado por varias lecturas pendientes y no destinar el tiempo suficiente… Lo comencé a leer en septiembre y definitivamente me enganchó, lo terminé antes de noviembre, pero pensé que me tomaría mucho más tiempo. Yuval Noah Harari, a partir de ahora se ha convertido en mi profesor de historia mundial de cabecera -jajaja como si alguna vez hubiese tenido alguno- y tengo la seguridad que me devoraré todos los escritos que pueda de este hombre (tiene un lenguaje como para mi, un tipo que lee sobre tecnología y emprendimiento y que poco usa lenguaje refinado). En resumen puedo decir que es absolutamente pragmático -casi como yo jajaja- y que tal vez para los más creyentes puede no ser de su agrado al mencionar que todas las religiones son obra del ser humano en su infinito poder cerebral creador y que gracias a estas “entidades” que hemos sido capaces de “construir”, que solo se hacen realidad en nuestras mentes (las religiones, los países y las empresas, a diferencia de las vacas y las nubes) hemos logrado unirnos, trabajar en equipo, identificarnos y luchar por causas y también -hay que decirlo- acabar con la mayoría de las especies y masivamente contaminar el planeta.
Por otro lado, sucedió lo que la gran mayoría de nosotros consideraría como una tragedia familiar en mi lado político de la familia más cercana. Para no extenderme mucho la madre de mi esposa en su casa tiene a su cuidado un par de niños, uno de esos niños cayó desde un tercer piso, su casa se encontraba en obra del segundo y tercer piso y como ustedes imaginarán en ese tipo de procesos no se tiene el suficiente cuidado y tampoco creo que las entidades que vigilan estos procesos en poblaciones pequeñas estén muy pendientes de que todo se cumpla para que eventos como el que les cuento se puedan evitar.
Cuando supe de esto, lo primero que pensé -gracias a mi padre abogado penalista que siempre imagina o preveé lo peor que puede pasar- fue que no iban a tener con qué pagar por ese descuido y que se venía un problema del tamaño de nuestra galaxia en esta familia; aquí hago un pequeño paréntesis para decir que ese niño era como un hijo para la pareja de suegros que tengo y que todos en la cuadra daban o mejor, dan fé de eso. Pues bien, para mi sorpresa y para el bien de todos los interesados, este niño sobrevivió y está en recuperación, pero lo que me causó más sorpresa es que ningún familiar del niño, ni padres, ni tíos, ni abuelos, consideraran conveniente iniciar acciones legales por el accidente, argumentando que sabían lo mucho que lo amaban y que cualquier intento de “hacer justicia” formalmente, iba en contra de todo lo que los unía. Aunque eso fue lo que más sorpresa me causó, no terminó en esto, pues medio pueblo se enteró, unos recogieron dinero con conocidos, otros ofrecieron misas, otros más hicieron “gallinadas” también para recoger dinero que les permitiera a los padres superar esto, porque muchas cosas cambiaron -tenían que viajar a otra población donde estaba hospitalizado el niño- se alteraron sus horarios y su costo de vida aumentó.
Mi cerebro explotó porque la comunidad estuvo presente para aportar, el objetivo de solucionar el problema estuvo por encima de buscar culpables y de que la justicia a la que estamos acostumbrados operara. Tal vez tenemos demasiada burocracia, tal vez tenemos demasiada “organización”, es muy probable que nuestras comunidades más pequeñas trabajen en procesos para el bien común más eficientemente que nuestras instituciones nacionales, así como cuando logramos unirnos en manadas de más de 100 seres humanos según mi nuevo profe de historia de cabecera….
¿Cómo podemos combinar este tipo de bien común con ese que nos hacen creer “nuestros líderes”? ¿Cómo despertar y hacer mucho más desde lo que podemos controlar en nuestros pequeños entornos?